Al
lado mismo de la cuadra del Chispún, había una casa prácticamente
en ruinas, con una escalera exterior de piedra, donde nos daba clase
Manolín. Sus alumnos la conocíamos en clave como “La
Catedralina”, nombre altisonante por dar lustre a aquellas piedras,
que le dieron los alumnos mayores: Jandro
Gutiérrez García
y Paco
González Cabrera. Aquella
humilde institución de enseñanza libre, fue uno de los cimientos de
mi dedicación posterior a la enseñanza y, desde luego, los
inmediatos del aprendizaje en el Cálculo y la Aritmética. Félix
Gutiérrez Rodríguez,
Juan
Armando Alles
Tamés y
yo, éramos los más jóvenes, con apenas nueve, siete y seis años,
respectivamente. Podría ser que hubiera otros alumnos en distintos
horarios al mío, que ahora no puedo recordar.
–
La corta edad no es impedimento, les dijo a mis padres, – si como
decís, ya sabe leer, escribir y contar. Aceptó a que comenzara el
siguiente lunes.
Con
mi primer maletu
de madera que me habían dejado los Reyes Magos, me fui a mi primera
clase con Manolín el de Vicentina. Trepé por los altos escalones de
la empinada escalera. Dentro me encontré de lleno con mis primeros
compañeros de aula. Manolín me acomodó delante del gran tablero
común que hacía de mesa para todos sobre una silla plegable que
bajó a buscar al Chispún.
Recuerdo
su carácter alegre no exento de enfado cuando alguno de los mayores,
a sus espaldas, más
por juego que por falta de respeto, le
desencajaban los palos de la hamaca en la que se solía sentar aparte
para dictar o para leer en sus gruesos libros de Química, mientras
tanto acabábamos nuestras tareas.
Los
rayos de sol se colaban por entre las ripias y tejas de la vieja
techumbre y lo mismo ocurría con el agua en los días de lluvia,
cuyas gotas cascabeleaban sobre los diversos recipientes que para
recogerlas abundaban en el piso de la
desvencijada aula.
Una
rudimentaria talla sobre el cuarterón de la puerta de entrada,
representa una cruz,
vestigio de tiempos mejores para aquel edificio, fue con toda
seguridad
el origen del nombre que sus alumnos le habíamos dado; “la
Catedralina”.
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