domingo, 18 de diciembre de 2022

162.- (V) Regreso por la Navidad

 

    Como venía siendo costumbre en prácticamente todos los centros de enseñanza, la navidad formaba parte del currículo escolar. Mi compañero y yo, echamos mano a los escasos recursos de que disponíamos y a la enorme ilusión con que desempeñábamos nuestro compromiso docente. Entre los dos hicimos un listado de actividades “singulares” según se nos iban ocurriendo en una “tormenta de ideas” y que dejamos constancia en el diario de clase.

    Las hicimos realidad en el horario de los recreos además del propio dedicado al dibujo y trabajos manuales. El maestro tutor, como ya dejé constancia en las anteriores entradas, marcaba distancia con el resto de los docentes en cuanto a actualización en la pedagogía aplicada en sus clases. Traía todos los días alguna lectura, alguna poesía, algún dibujo que fueron adornando la clase como telón de fondo sobre la ajada y negra pizarra. En los cristales de la extensa galería colgamos los dibujos de los niños y sobre los alfeizares dispusieron como escenario a los personajes del “belén” hechos con barro y plastilina: no faltaron las cabañas, la forja ni el mercado; ni la fuente con el lavadero ni tampoco el molino. Y en la lejanía, hacia Oriente, brilló la estrella que guiaba a los tres reyes sobre sus camellos y de por medio, el torreón en el palacio real.

    En realidad eran tareas muy didácticas por lo que aportaban y el divertimento que raramente se obtenía en las demás materias del curso. Por nuestra parte, no faltó la representación leída del auto “Los reyes Magos” y la elaboración de tarjetas navideñas que como valiosos regalos llevaban en el maletu camino de sus casas.

Comí de mantel y servilleta en la cafetería “Peña Tu” a unos metros de la “Estación de Económicos” perteneciente a un tocayo mío, Ramonín Vallejo Guerra, que atendía el obrador de la pastelería. Era amable con toda la clientela sin excepción que allí se concentraba a las horas de los trenes y autobuses, y por tanto, aún más si cabe con los llaniscos que entraban en las largas esperas de llegada y salida de los trenes. También atendía a los usuarios de los ALSA que había trasladado su flota a los amplios subterráneos del bloque “La Colmena” a unos pocos pasos de allí, del anterior angosto bajo al que se accedía desde Foncalada, en el que como ya conté, estaba también la sala de boxeo.

Ya anochecido, cuatro horas de viaje con sus interminables paradas en estaciones y apeaderos entramos en la estación de Llanes. A pocos pasos pasé a saludar a José Sanchez Inclán, más conocido como “Pepín el de La Gloria”, y como no podía ser menos, pedí un tazón de caldo con tropiezos de pan frito que sobrenadaban a que energizase el camino de regreso al hogar. Aparte de haber estado de pensión en casa de su hermana Josefina, también había comido en el bar siendo estudiante del bachiller y obrero de la construcción, como ya narré en este blog.

Es para mí un gusto haber gozado de su amistad y habérselo expresado con anterioridad al evento del homenaje que con justicia se le hizo esta semana en el pueblu de Boquerizu. Repetir todo lo expresado en los escritos sería un plagio, pero bien que se lo merece.

Los Altares, la capilla de La Salud, La Carúa, Las Delicias, El H.ornu, La Escuela, La Bolera, El Pasu, El Retiro, Calderón, Navariegu y la cantera de Collamera, que es límite oriental de Parres con el pueblo de Pancar, desde donde se divisa, el Cuetu Calmor, las Castañares y el campanario de la Iglesia. Pasado Llagu, atravesada las vallas de la pista y subidas Las Castañares, por el caleyón de La Madalena hice el atajo para llegar a casa.