miércoles, 22 de noviembre de 2023

170.-- La Delegación de Educación

D. José García Caso, había estado de maestro en Parres con anterioridad a su último destino en la Escuela Graduada de Llanes. Mis padres solían charlar con él y con su esposa, Angelines Tamés, prima segunda de mi madre, por la parte porruana lleva del apellido Tamés de mi bisabuela Gloria Tamés Gutiérrez.

Fue a D. José a quien yo también acabé tomándole confianza y aprecio. Estuvo uno o varios cursos de maestro en el aula de Parres. Venía caminando junto con su hijo los tres largos kilómetros hasta Llanes. Su siguiente traslado sería a la Escuela Graduada.

Los temas a tratar con él versaban especialmente sobre los estudios de Magisterio y no faltaría más, sobre las Milicias universitarias que también él había hecho, con la diferencia de que entonces su graduación final había sido la de alférez.

Llegado el momento que se corresponde con lo aquí tratado, me confirmó lo que a mis oídos había llegado: “llevaban dos largos meses de iniciado en curso y aún no se habían cubierto tres plazas”.

No había olvidado las recomendación que me había dado un funcionario de la Delegación de Educación, sita entonces en la calle Río San Pedro y solía compartir mesa determinados días en la Pensión Pravia dependiendo de sus horarios de trabajo y de los míos en las aulas.

Aunque no pueda recordar su nombre, os aseguro que me dijo así, con su lenguaje habitual de persona acostumbrada a pasar a máquina los documentos oficiales que exigían un determinado y acostumbrado vocabulario:

– “Si ha menester, me tenéis los dos a vuestra disposición en la Secretaría, pues a partir de vuestra graduación, allí tenéis que acudir con harta frecuencia”.

Con estas palabras se dirigía tanto a mí como a Ramón Sobrino Martínez, el “Poícu” con quien fui compañero de Instituto y de otras dos pensiones previas a las de la P. Pravia. Sus padres, Luisín y Manuela, cuando se topaban con mis padres, hablaban de nosotros y se hicieron grandes amigos.

Ni corto ni perezoso, haciendo caso a lo aconsejado por D. José García Caso, me presenté en la Secretaría de la Delegación a pedirle ayuda.

Me aconsejó que esperase unos minutos para ser atendido por la Sra. Secretaria del Sr. Delegado.

Cuando se abrió la puerta, dijo mi nombre, pues había algunas personas más sentados en los banquillos.

Después de sacar del archivador una carpeta, me rogó que volviera a la sala, y que ella se ocuparía de llamarme en cuanto hablase del tema con el Delegado Provincial.

Pasada una media hora que se iba haciendo larga, estaba narrando de nuevo el argumento de mi visita:

Acabada la carrera de Magisterio como Profesor de E.G.B, obtuve el acceso libre sin oposición al cumplirse en mi expediente las dos normas convenidas en la última ley ministerial de Educación:

1ª .- No haber suspendido ninguna asignatura durante los tres cursos y 2ª.- Haber entrado en el cupo asignado, que para el presente se veía reducido a 75 plazas.

Le “rogué”, – esta palabra también era la oficialmente permitida en el lenguaje de las entrevistas con los superiores que así había aprendido en la clase de Prácticas del primer curso.

Escuchada mi argumentación, hizo una llamada telefónica que aún recuerdo:

– “De la lista de ocupación de vacantes en la Graduada de Llanes, sustituya una de estas plazas ya adjudicas, pero que están por cubrir, a nombre de...”.

Del otro extremo del cable telefónico pude escuchar una voz de mujer que argumentaba en contra de esa decisión.

– “Haga el favor o me veré obligado personalmente a hacerlo”, le escuché decir subiendo la voz con aire de enfado.

La Jefa del Personal educativo, era la Sra. María Antonia que tenía fama de dura y de conocer sin error por sus caras a los numerosos maestros interinos que a ella acudían, para gestionar sustituciones provisionales o plazas de las más remotas unitarias como las de Ibias, Taramundi, Bulnes o Sotres, algunas de las cuales, escuchado decir a compañeras, en invierno, bajaban a buscarlas a la carretera, con caballo para subirles el equipaje. Recordad el caso del “Marquesito” al que conocí cuando él hacía las prácticas en la Aneja y que narré en una de las entradas anteriores a ésta.

Los profesores que disponían de las plazas de Llanes habían cursado estudios de alguna de las ingenierías y a buen seguro que estaban disfrutando de mejor destino para sus carreras.

No recuerdo después del ministro de Educación Villar Palasí que había legislado el llamado “Plan del ´67”, el nombre del ministro que lo sucedió en el siguiente cambio ministerial, introdujo una reforma que afortunadamente no llegó a prosperar. Consistió en cambiar el nombre de profesores por otro más rimbombante, de “Ingeniero Técnico Pedagogo”. Por suerte no prosperó su reforma. Me viene a la memoria otro caso más reciente de ministro al que se le moteó como “Ministro del calendario”.

Sin dejar pasar más tiempo, me presenté en la escuela de Llanes a sus directores con el nombramiento ya firmado y autorizado antes por la presidenta del consejo escolar en el ayuntamiento.

Me destinaron a la única aula mixta al que asistía la hija de D. José, Angeles García Tamés y veintidós alumnos más. De todos ellos guardé gran recuerdo y recibí idéntica manifestación de su parte.

Hubiera deseado obtener una de las plazas con la especialidad de Matemáticas, Ciencias Naturales o Física, por ser la que había cursado en el Bachillerato, pero esas estaban ya asignadas y no me importó lo más mínimo.

También recuerdo el recibimiento de la directora:

“– Como eres interino, vas a ocupar la plaza mixta de tercero”.

“– Estupendo, – le contesté.

A otra de las plazas llegó Laureano Díaz Puente de mi promoción, creo recordar que natural de Arriondas, concejo de Parres.

Aquí aparco la tiza y las aulas para continuar con el tema de las Milicias en el que hay muchos recuerdos que se van esfumando con el paso del tiempo.