domingo, 13 de septiembre de 2015

106.- Alternativa como "paleta"


La obra de la Escuela avanzaba con celeridad debido a la disposición y coordinación del gran equipo humano que la empresa de Fernando García había desplegado. Al fin, los trabajos más duros dieron paso a otros muchos más llevaderos como fue el alicatado de los servicios y otras zonas de las futuras aulas de Peluquería, Electricidad o Mecánica. El único accidente laboral sufrido en mi paso por las obras lo tuve mientras levantaba una de las viguetas cerámicas, cuando el peón que las recibía arriba sentado, a falta de concentración la soltó sin apoyarla en la viga y me vino encima sobre mi pierna. Por el golpe me dolió tanto que me impedía andar, pero no había signo de rotura. Unas friegas de alcohol y el descanso de toda la tarde, me permitió subir en bicicleta hasta mi casa. Al día siguiente de mañana, aunque dolorido el muslo, pude bajar al trabajo y Rafa me mandó que atendiese como peón a Maxi Montoto, de Buelna, en el alicatado de los cuartos de baño, al que ya había asistido junto con su hermano Carlos, en “Los Girasoles”.
Bien recuperado a media semana de las molestias aparejadas al pequeño accidente laboral, Rafa me pidió que atendiese también a Toñín Ríos que alicataba otro baño contiguo al de Maxi. Toño Ríos había sido ascendido a oficial de la empresa a raíz del accidente laboral que sufrió junto con Rafa y Manolín Batalla, subidos a un andamio de poleas colgado del alero del nuevo instituto. Toño y Manolín, tras la baja quedaron como oficiales y Rafa ascendió a encargado. Aunque eran largos de mano, en la asistencia a los que azulejan es más llevadera en lo físico. Les abastecía de la masa en su estado más óptimo de humedad y cribado, remojaba en una bañera los azulejos y los sacaba para recudir el agua, acción por la que se pegaba bien en ellos la pasta; en aquel tiempo ni se usaba cementos con pegamento ni silicona. Aún buscaba tiempo para adentrarme más en aquella faceta del oficio y me permitía, sin que me lo pidiesen tan siquiera, medir, marcar y cortar los azulejos a tenaza y diamante para los remates de esquina así como los agujeros donde se insertaban las cañerías de los aparatos sanitarios. Para esas labores sólo se disponía de una punta de vidia o del falso diamante, compuesto en realidad de varias rodelas que se iban alternando a media que se usaban y con las que se rayaba con fuerza la cara esmaltada del azulejo. Con una leve presión de los dedos, bastaba para partir en dos la pieza. Para los cortes en ángulo aprendí a usar la tenaza con tiento y habilidad. Las imperfecciones se lijaban frotando el corte sobre una piedra de arenisca. Los agujeros se hacían con la punta roma de una paleta a fuerza de girarla sobre la cara no vidriada del azulejo convenientemente asentado sobre arena.
Aquellas intromisiones mías en su trabajo me lo agradecían por el tiempo que les ahorraba, y a mí me dieron la oportunidad de llevarlas a la práctica en varias ocasiones.
Las fiestas en el concejo de Llanes se prodigan de tal manera, como ya es sabido, que lejos de suponer un descanso, no estaba dispuesto a perderme ni una; aunque tuviese el peor de los trabajos, nada me retendría en casa. En alguna de ellas coincidí con la pandilla de mis nuevos amistades, oficiales de la empresa de los que recuerdo a Celso, carpintero; a Sindo, fontanero; Amadeo Rodríguez, albañil; Jesús, peón; todos de Orense en donde había formado la empresa Fernando García Toriello y que se integraron por matrimonio en sendas familias llaniscas. En la misma pandilla de amigos estaban Toño Ríos Gutiérrez, Eladio Tazón, Manolín Batalla, Maxi con sus respectivas parejas y el mismo Rafa Gómez con su esposa. Había entre todos una buena onda y armonía, nacidas del trato en el trabajo en torno a unas cajas de sidra, que escanciaban entre baile y baile del que todos hacían gala.
Recuerdo especialmente la destreza con que Manolín, “Pitito” bailaba el “Tico Tico” que Panchín el músico hacía a ritmo del acordeón. Un domingo cualquiera de aquel verano fui con él a su casa en la nueva barriada de San Antón mientras llegaba la hora en que habíamos quedado con el resto de la pandilla para ir a la romería. Nos abrió la puerta su madre, y me presentó a ella como su amigo “El Parraguesu”, exagerando adrede el arrastre de la erre. Me mostró la colección de jilgueros y canarios, distribuidos en jaulas por la sala, el baño y la cocina, que le recibieron con un alegre coro de trinos, estropeado por el estridente canto de una pareja de periquitos a los que calmó con unas pipas de girasol. Me despedí de su madre que nos acompañó hasta el rellano de la escalera. Manolín la llenó de besos y arrumacos a la vez que me repetía que era la mejor madre del mundo. Y a buen seguro que no exageraba mucho.
Quién hubiera sabido entonces, que una rotunda enfermedad acabaría, no tantos años después, con su sonrisa y la trocaría por mueca congelada. Sus músculos, antes tan dispuestos al ritmo, se harían indóciles y llegarían a abandonarle por completo.
En casa, teníamos necesidad de hacer un tendejón para guardar el carro, el caballo, sus aparejos y otras herramientas. En la parte de arriba, colgaríamos las riestras del maíz y el ballico a desgranar y en el suelo de hormigón se extenderían las mantas con las alubias para secar.
Habían pensado mis padres en llamar a alguien para que hiciese la obra, pero como no andábamos holgados de dinero, les propuse hacerla yo mismo. Había hecho ya algunas reformas por casa en el tiempo que llevaba trabajando de peón por las obras y me atraía el reto de cimentar y levantar las paredes, echar el solado superior de hormigón y techarlo, trabajos en los que había participado. Conté con los consejos de mis compañeros y amigos oficiales, a los que bombardeé con preguntas técnicas sobre la manera de acometerla. Mi padre abrió las zanjas en el huerto y entre los dos echamos el hormigón de los cimientos. Un domingo, Amadeo, Eladio, Toño y Manolín se presentaron en la obra dispuestos a replantear las paredes y colocar los plomos y las primeras hiladas de ladrillos. En sucesivos fines de semana, dimos cuenta de la obra entre mi padre y yo. Me habían dado la alternativa como paleta.


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