lunes, 4 de diciembre de 2023

169.-La coral asturiana

 


Tras la experiencia narrada en el anterior capítulo, la amistad que se generó en particular con el que ostentaba el segundo puesto fue en aumento. Prometí dedicarle esta entrada a él como principal protagonista y ahí va.


Se acercaba la fiesta principal en el pueblo de Tremp, el 15 de agosto, declarada como fiesta “de guardar” obligada para todos. En el calendario aún se la destaca en rojo, pero antes de proseguir con lo propuesto, me siento con la necesidad de aclarar este punto:

«En tales fiestas “nacionales”, a los campesinos que tenían que segar la hierba para dar de comer al ganado, no se les permitía trabajar con la misma libertad que al dueño de un restaurante, bar y similar que trajinaba en las terrazas y ocupando la mitad de las aceras junto al establecimiento. Lo veo normal, pues es un sector que tiene que aprovechar el tirón del verano, sea la fecha que sea. Es una cadena: los productos del campo llegaban al establecimiento a través del mercado de la plaza o servido en directo por los lecheros, pescadores o campesinos.

Pero en algunos casos extremos era el mismo cura quien lo hacía a pesar de que recibía del parroquiano su parte a través del sacristán que una vez al año pasaba por las casas con su medida para recoger diezmos y primicias para tal o cual santo; de las moliendas el molinero extraía una muestra del grano con la maquila para venderlo como harina a las tiendas y también una parte debía entregarla a la parroquia. Ya fuera algún otro chivato que ponía la denuncia en el cuartel, se presentaba la pareja sobre sus enormes caballos, fusil a la espalda en el sitio para imponer una multa de mayor valor que toda la leche que se podía ordeñar en una quincena. 

Me viene al recuerdo el apelativo que le dieron en un pueblo cercano al párroco: “rompesobeos”. 

Para los que no tuvisteis ocasión de conocerlo, el sobeo es una pieza de cuero colocada en el centro del yugo que unce las dos vacas que tiran de la pértiga del carro. 

Tampoco me imagino al cura, cuchillo en mano cortando tan gruesa pieza, por lo que me induce a darle al mote un sentido metafórico.  Vendría a querer decir algo así como entorpecer la faena, o también que alguien se prestase a ejecutarla. Este riesgo obligaba a la víspera doble ración o si no complementarla con heno.»

Mi amigo, solía entonar con su templada voz de bajo, piezas del cancionero asturiano, algunas de ellas en bable en las reuniones que montaba junto a su compañía y a ellas acudí por mi afición a la música con mi inseparable “Preciosa” armónica en el fondo de un bolsillo del pantalón de faena 

Nos comentó su idea que a todos nos pareció estupenda y comenzaron los ensayos. 

En un local de Tremp se representaban obras de teatro, proyecciones de cine, actuaciones musicales y, como viene al caso, también corales en esa autonomía.

Nos dijo que él mismo se encargaría de contactar con los organizadores del evento para ver si tenían un hueco para unos asturianos del campamento.

Tenía ya prevista una lista de canciones que arrancaba con un popurrí en un tono jocoso y hasta picaro que daba pie a otras tonadas. 

Un día antes de la actuación, nos dio la noticia. “Vamos a mostrar nuestra tierrina, así que nadie se nos venga abajo”. Todas las tardes tendremos que ensayar sin faltar.


El día de la actuación, ni qué decir tiene que quien más y quien menos temblábamos como las hojas de un abedul con el menor soplo de aire, por lo que también se le conoce como “temblón” o “tembladera”, en el proscenio mientras escuchábamos las corales catalanas y los efusivos aplausos del educado público.

“Y como cierre a esta actuación coral, tenemos el gusto de escuchar a un grupo de cadetes del campamento Martín Alonso en representación de Asturias”.

Se abrió el telón, se encendieron los focos del fondo del escenario que nos impedían ver a nadie y comenzamos con el popurrí que decía así como con picardía:

“El bonete del cura va por el río/ y el cura va diciendo… paxarines que venís cantando a la orilla de la fuente/ a coyer el trébole, el trébole, /la nueche de san Xuan

san Xuan y la Madalena fueron xuntos a melones/ y en medio del melonar/ san Xuan perdió los… Coxeime esi gatu pintu que vien per la …/ Carretera d’ Avilés, un carreteru cantaba/ al son de los esquilones que su pareja llevaba //”

Tras una lluvia de aplausos entonamos otras piezas del repertorio astur como:

“Fiesta en la aldea”, , “La fuente de la Xana”, “La mina y el mar” y de cierre como era de esperar, nuestro himno “Asturias, patria querida” que más de un espectador coreó.

Cuando se apagaron las luces que nos impedía ver al “respetable”, una señora mayor se nos acercó llorando:

– Mi abuelo paterno era de Gijón. Trabajó en la mina la ´Camocha´ y de niña se la escuchaba cantar a mi padre, por lo que la letra despertó en mí los lejanos años de mi infancia. Muchas gracias, asturianinos.

El director del grupo que se había bajado a darle un abrazo de parte de todos nosotros se subió de un salto al escenario y con un aire hierático nos dio la señal de cantar como teníamos previsto la canción de cierre: el “Asturias, patria querida”. Omito su letra, porque apuesto que no haya rincón en el mundo en el que no se conozca y sea entonada en las farándulas de fiestas, cuando los ánimos se suben. El cierre de cualquier orquesta en las verbenas del verano no debe intentarse sin tocarla y los que aún se tienen de pie la danzan con los brazos en alto y el grito del vocalista al que todos acompañan:

¡Puxa Asturias!

Asina mismo ocurrió en aquella hermosa tierra de Lleida, un quince de agosto del `72.

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