lunes, 2 de enero de 2017

114.- "Las asignaturas"

Siempre recordé haber escuchado que en aquel curso, el número de la matrícula se había disparado. En las papeletas de las notas finales de curso compruebo que me correspondió el nº 141 del total que están firmadas por la secretaria de la Escuela, Mª Ángela de Fraga Alonso. Por tal motivo y debido a la modificación de horarios, se tardó más tiempo en ajustarlo, a decir de mi amigo Armando que comenzaba el segundo curso.

Al fin, pasada la primera semana de cierto descontrol, el horario quedó en seis sesiones diarias, entre las 9 h. y las 15 h. con un intervalo de media hora al mediodía, una especie de recreo. Sentí que la organización del instituto era mucho más perfecta que la que allí me encontré, lo que en cierto modo me causaba asombro y problemas añadidos al de la lógica adaptación al medio donde comenzaba a moverme. Los alumnos de segundo entraban a las 15 h. y salían a las 21 h.

Entre los grupos de entrada, pronto descubrí la cara de compañeros de los últimos cursos del Bachiller en Llanes. En las aulas escolares y por lo mismo en las de la Escuela Normal de Magisterio, para no perder costumbre, se hacía segregación de género; separación que extremaba la Sra. Julia, la bedela de la zona de alumnas, con idéntico celo al de un cancerbero.

Pasadas las tres primeras horas y para caltener el ánimo y la atención en las siguientes clases, me uní a un grupo de compañeros que me invitaron a ir con ellos a tomar un tentempié. Sabían de un lugar donde ponían generosos pinchos de tortilla, a cuatro pesetas. Un rótulo sobre el vidrio del escaparate anunciaba con barras de neón con la sabia intención de acaparar todo el sector de la clientela, “El rincón del Estudiante”

Dentro se veían unas cuantas mesas cuyas sillas ya estaban acaparadas y en el mostrador que ocupaba prácticamente todo el fondo, apenas quedaba espacio para un cliente más. Nos abrirnos paso como pudimos hasta poder alcanzar la barra y, tras el consabido tiempo de espera, logré que el camarero me sirviese uno de aquellos cortes triangulares de tortilla de patata que procuré despachar con lentitud por saborearlo bien y que me durase más. Y a pesar de que no andaba muy abundante de peculio, repetí con un segundo, a cambio de privarme de la bebida por compensar el excesivo gasto.

La pensión diaria que pagaría a mis caseros sería de cien pesetas; justo la mitad de lo que habría cobrado en la última empresa para la que trabajé en el verano. La verdad sea dicha, jamás había reservado nada para mí. Todo lo de la semana lo pagaban los sábados y llegaba íntegro en su sobre a casa. Había pagos que hacer y las ganancias con la ganadería y el cultivo no daban para poder permitirnos gastarlo en caprichos.

Apenas conservo en la memoria el nombre de algunos compañeros dentro del conjunto de los que llegué a tratar y tener buena amistad a lo largo de la vida como alumno y como maestro. Tanto sea del instituto como de Magisterio, de los centros escolares en los que estuve de maestro. Me arrepiento de no haber guardado las lista enteras y en el orden que las leían en clase, tantas veces para comprobar la asistencia y que yo memorizaba. Sin embargo, a medida que escribo voy recordando las caras de algunos, las anécdotas de otros y particularidades que tampoco tienen interés especial; poco a poco se van cubriendo de una tenue borrina y desdibujándose.

Con el conjunto de profesores de la Normal, me ocurre lo mismo; no así con los maestros de Primaria, los profesores del Colegio, del Instituto, por haber tenido mayor roce con ellos y durante más tiempo.

Puede que haya entre mis lectores, quienes me puedan dar información sobre ellos. La iré añadiendo al presente texto en cuanto me vayan llegando. Sería de agradecer.

El número de asignaturas a las que me enfrenté eran demasiadas, como acabé conociendo a medida que aparecían por clase los profesores y profesoras que las impartían, por no ponerse de acuerdo a la hora de mandarnos los trabajos como tarea. La cantidad no puedo decir que me sorprendiese, pues ya sabía antes de elegir estudios las que iba a tener con el nuevo “Plan del 67”. Llevaba en vigor dos cursos, puesto que yo iniciaba el 1969/70, por tanto pertenezco a la tercera promoción de dicho plan de estudios, para profesores de la E.G.B. que había sido puesta en marcha también aquel mismo año. Lo que me extrañaba era que las nuevas tendencias de enseñanza que aprendíamos en Didáctica y Pedagogía, no se pusieran en práctica en el resto de asignaturas.

A continuación, van las asignaturas y los nombres o datos que conservo de los profesores que las impartían:

1.- Didáctica de la Lengua española y Literatura
Jesús Neira Martínez, natural de Pola de Lena.
2.- Didáctica de la Geografía
Mª Rosario Piñeiro Peleteiro, de Galicia
3.- Psicología general y evolutiva
Manuel Álvarez Prada,  de Oviedo; Director de la Normal.
4.- Pedagogía
Profesora que vino de América del Sur; era Jefa de Estudios.
5.- Didáctica de las Matemáticas
Profesor (¿?) cuyo apelativo cariñoso le dábamos “Carrito”, por una costumbre suya que ya explicaré.
6.- Didáctica de las Ciencias Naturales
Profesora, 
7.- Idioma Francés y su didáctica
María Petra Medrano
8.- Música
Manuel J. González de Mendoza
9.- Dibujo e Historia del Arte
Profesor (¿?)
10.- Didáctica de la F.E.N.
Profesor (¿?) Makarenko” a quien solía citar con frecuencia.
11.- Prácticas de Enseñanza
Francisco Fidalgo, además el director de la Escuela LaGesta, niños.
12.- Manualidades y enseñanzas del hogar
Mª Josefa López Lebe? “Chefa”
13.- Educación Física
Profesor oriundo de Bricia y que conocí en el Instituto de Llanes.
14.- Didáctica de la Religión. D. Celso Martínez Fernández, cura del Seminario.

El que no conozca sus nombres es más culpa de ellos que mía, pues en las certificaciones de las notas que nos fueron entregando como con cuentagotas, sólo estamparon la rúbrica.



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