Su
nombre le viene de una antigua herrería que allí hubo. Mi padre me
dio nombres de vecinos del pueblo que en ella trabajaron de peones.
En una finca limítrofe a la carretera existe una edificación en
ruinas que siempre me imaginé fuese la casa del oficial herrero. Las
primeras incursiones que hice con algunos amigos del pueblo fueron en
la época en que, ya en el instituto varios profesores, de Ciencias
Naturales, Química e Historia, me habían introducido en el tema de
los minerales y la Prehistoria. En el laboratorio existían
colecciones de minerales y fósiles que los propios alumnos habían
colaborado en complementarlas.
Recuerdo
ver la mina cuando aún estaban en pie las edificaciones de los
obreros y el gran hoyo cubierto por el agua que salía de los
manantiales. Por el motivo que fuera, dejó de ser interesante para
la empresa explotadora, pero años después que volví a verla, se
había instalado una bomba que achicaba el agua por unas mangueras y
la encauzaba por detrás de la bolera “Las Mimosas” y la casa de
la familia Cea.
En
la
“Mina de Bolao” trabajó
mi abuelo Santos González Cue y
su
primo Pedro
Cue,
más
conocido por "Perico
el coxu" , apodo
que le
viene al haberle amputado la pierna derecha la
vagoneta
con la que arrastraba el mineral tirada por un caballo.
En
“Tierra´l
Jelechu.com” de Félix Gutiérrez, creo haber visto una fotografía en la que se le ve en Viango por la “Fiesta del pastor”, cuando tenían por costumbre hacer competiciones deportivas como: salto de
altura usando el palo de monte, lanzamiento de barra y otras más. Recuerdo otra
hazaña de Perico que me narró
mi padre: “Le
habían
hecho una apuesta que
consistía
en atravesar
el río Purón colgado
del
puente ferroviario
hasta
Puertas.
No
conforme con lo tratado, les propuso dar la vuelta sin soltarse si le doblaban el premio, como así ocurrió.
Pude
ver la profundidad del hoyo y varios manantiales que soltaban el agua
en él procedentes de las montañas. Aún recuerdo la torre
cuadrangular
hecha
de ladrillos y
embastada de cal y arena, con una puerta en la base cerrada con
candado; en lo alto, estaban las
tacillas de vidrio que aislaban los cables del tendido eléctrico.
A
la Bolera de las “Mimosas”, con siete años, me llevó mi padre
en su bicicleta para un campeonato de bolos por parejas, Mi padre y
su hermano Eduardo se llevaron el primer premio.
Desde
los seis o siete años solía ir a casa de Ramón Hano Fernández,
casado con mi tía materna Alejandrina Noriega Sobrino. Tenían una finca, “El molín de Janu”, donde se encontraban las ruinas de un pequeño molín de maíz. la que fui con ellos y con mi prima
Tere, tres años mayor que yo. Un riachuelo que atravesaba la finca, por debajo del puente de la carretera de la Diputación se unía a otro ramal que venía de la "Vega el Rey" en la que en época más reciente visité las ruinas de otros molinos. A la entrada de la finca hay otra boca de cueva en la que mis tíos guardaban las botellas de sidra y restos en desuso de aperos del campo.
Tío
Ramón había estudiado en el Colegio de La Arquera. A su quinta le
correspondió en el ejército de la II República resistir cuando la "Operación Rügen" atacó y destruyó la localidad de Guernica, el 26 de abril del 37 por la “Legión
Cóndor” alemana y la “Aviación Legionaria” italiana. Fue
herido y asistido en un hospital regentado por monjas. La descripción
que nos hacía de la sala era muy dura, tanto por la escasez de alimentos,
camas, instrumental, médicos y por la ideología política que tenía una gran parte, de los sanitarios y médicos que los habrían de atender. Seguramente es justo hacer honrosas excepciones y no generalizar.
A
Ramón sólo le hirieron en el hombro y dedo meñique izquierdos.
Cuando las tropas fascistas habían tomado el concejo de Llanes, fue
recluido en el "Campo de concentración habilitado en el convento de Celorio, donde ejecutaron a otros al borde de la playa, junto a la iglesia.
Él salió libre y pudo regresar al pueblo.
Es
posible que alguno se extrañe si le narro durante la Guerra de la
Independencia contra el ejército de Napoleón Bonaparte.
En
incursiones por los montes, con amigos de la escuela habíamos
caminado por un sendero que se tomaba por detrás de la Casería de
Rumoru. Queríamos llegar a la mina de hierro "La Salgar" en la que había
trabajado mi tío paterno Ramón González Gutiérrez y aún
conserva el maderamen de entrada, enormes vigas de roble intactas.
Antes
de llegar a la mina, pasamos por el llamado "Pozu los
franceses", un pequeño boquete taponado con rocas para evitar la caída del ganado o de los pastores; tiramos unas piedras por un pequeño hueco que aún quedaba y escuchamos el ruido que hacían durante unos segundos.
Con
posterioridad a este hallazgo pregunté a mi tío Ramón si sabía el
motivo de aquel nombre puesto a la torca y así me contó esto:
“Parece
ser que en tiempos de aquella guerra, pasaron por aquí las tropas
napoleónicas. Algunos pastores que bajaban del valle Viango, a
golpes con el palo de monte, abatieron a unos gabachos con quienes se
tropezaron y los echaron en aquel pozo.
El
batallón francés había acampado en la Vega de San Roque muy cerca
de la capilla primitiva de “Sant Ilar” y también de “Los Pasucos” donde
estaban los batanes para hacer telas y escarpines con el agua que de
las cuestas bajaba siendo el nacimiento del río “Xixón” que
pasa al norte de la actual capilla de la Guadalupe.
Cuando
supieron del altercado reunieron a todos los varones de la aldea para
ser diezmados si no daban nombre de los pastores culpables. Los
colocaron en círculo y fueron eliminados contando de uno a diez y
así hasta que alguien hablase. Las mujeres, niñas y niños se
refugiaban en “La Cueva” que hay justo detrás de la bolera,
herradero, casa concejo y escuela.
No
es prudente creer ni dejar de creer en todas las leyendas, pues
algunas resultan dar pistas para reforzar la veracidad de los hechos.
Pasados
aproximadamente unos veintidós años, vinieron a mi barrio “La
Caleyona” de Parres turistas que se alojaron en la casa que Rodolfo
Sobrino Arenas y Ángela Rodríguez González, construyeron lindera
con la mía, emigrantes a Alemania y mecánico en la factoría de
Sindelfingen de Stuttgart de la Mercedes Benz.
Roro
me preguntó
si no sabría yo de algún lugar donde llevarlos
de excursión.
–
Uno
de
ellos,
– me
dijo – es un
arqueólogo,
habla francés y os
podéis comunicar
bien. Los
otros dos únicamente hablan alemán, pero traen consigo un pequeño
diccionario de bolsillo y
lo usan cuando lo precisan.
–
El más alto, te vas a sorprender si te cuento que tiene
sendas
prótesis en la
pierna y el brazo izquierdos, pues perteneció a las “Juventudes Hitlerianas” y, estando en el búnker decidieron inmolarse junto con el Fürer.
A
mí no me hizo demasiada gracia aquel dato, pero no tuve más remedio que acceder por la amistad con mi vecino desde niño. Vino a la memoria la entrada secundaria de la cueva "La Herrería" que me había enseñado mi tío Ramón Ganó.
Al poco
rato de caminar junto a ellos, me di cuenta de que
su ojo izquierdo también era de cristal. Cuando me preguntaba algo el
arqueólogo, yo
se lo decía en francés y a su vez él
se
lo transmitía
al
compañero
que
hojeaba
el diccionario con habilidad con
la mano diestra.
Me daba
las gracias y
me
preguntaba alguna otra cosa más sobre la Cueva usando el diccionario.
Llegados
al prado donde la otra entrada de la cueva “La Herrería”
me encontré con una
enorme roca
que la obstruía casi por completo. Tuve que ayudarle levantando
al
mutilado su
pierna mecánica
con
la mano
zurda
a
la vez que le
sujetaba con la diestra por
el cinturón para que no se diese cabezazos contra el techo.
Una
vez dentro, caminamos unos metros y a la derecha nos encontramos con
un cierre metálico que protegía las pinturas del techo y pared. Salté un reguero de agua que
circulaba
junto a la jaula que arrastraba
la
arena blanca. Una empresa amontonaba la arena de sílice en
una finca cercana que llegaba en grandes camiones de un arenero al pie de los
Resquilones en La
Tornería.
Al
otro lado pude
ver a la izquierda la tapiada salida y en el techo más bajo, vi nombres
de
refugiados de los franceses y otros de la guerra por el golpe de estado franquista, "Aquí estuvo el sargento... " y las fechas, del siglo XVIII junto con otras del presente siglo XX.
Fue,
pues, la vivienda de nuestros
ancestros de hace ciento setenta mil años, los artistas del Arte Rupestre. Los primeros habitantes de nuestra tierra llanisca.
Nota: en el nacimiento de la fuente de la Herrería, siendo alumno del Instituto, me interesé por dicho nombre. Mi padre me había contado que varios vecinos habían montado allí una herrería y fui a visitarla. Después de atravesar un pequeño bosque de eucaliptos vi en el fondo del río unas piezas de hierro colado entre las rocas de arenisca.
En otros lugares, como Soberrón, las encontré sobre los muros de las fincas. En Purón las encontré junto al río y el sitio también se llama La Herrería.