sábado, 9 de enero de 2021

140.- Peligrosas reivindicaciones laborales

  El alojamiento del 1er Bon. ocupaba dos pabellones para las cuatro compañías que lo formaban, por tanto, dos compañías en cada uno de esta forma, creo que general para todo el campamento de acuerdo al nivel de formación y primer apellido. 

Formaciones para el segundo curso, es decir, aquellos que ya habían recibido los galones rojos de cabo, por lo que se les conocía como “cabos rojos” como aspirantes a “cabos primera”.

1ª Cía. “SIMANCAS” 

Su capitán era D. Joaquín Imaz Martínez. La compañía ocupaba la planta alta del pabellón. En esta compañía estuve alistado el segundo verano, 1972.

2ª Cía. “GERONA”

Su capitán, tengo noticia de que se apellidaba (¿) Castruera (?)y  había estado en la División Azul en el frente ruso hecho por el cual había sido galardonado con la Cruz Negra que en los desfiles lucía en la guerrera. Destacaba entre los de su clase, además del porte atlético, por la forma de saludar y que sorprendía a los ajenos y provocaba la emulación en los propios. No obstante, tan exagerada pose de marcialidad no estaba reñida con el buen trato que dispensaba a sus pupilos que, a decir de ellos, era el adecuado. La compañía segunda ocupaba la planta baja del pabellón.

Formaciones para el primer curso, es decir, aquellos que llegaban como “reclutas/soldados rasos” y se preparaban para recibir al final del verano los galones de “cabos rojos”.

        3ª Cía. “BAILÉN”

Su capitán, (?)González(?). Esta compañía ocupaba la planta baja del edificio.

        4ª Cía. “EBRO”

Capitán (?)Pose(?). En esta compañía estuve inscrito el primer curso, 1971 y ocupábamos la planta alta de la edificación. 

Dentro de cada pabellón se mascaba un poco de “competencia”, como ya dejé caer en algún artículo anterior y se expresaba de diversas maneras entre las dos compañías que lo ocupaban.

En los desfiles que implicaban al batallón, las cuatro compañías lo hacían en estricto orden de conjunto, pero al marchar por libre, fuera de ese contexto, cada cual entonaba su propia canción. Era como el banderín de enganche para todo la unidad. 

En la nuestra se cantaba el “Bella ciao” de regreso al pabellón, al comienzo iniciada por una sola voz que al momento era coreada por el resto. Por lo menos a mí, la letra y la música me sedaban del cansancio y me liberaba en aquellas tórridas lomas expuestas al justiciero sol de Talarn, tan opuesto por el clima con el de las tierras del Cantábrico. Con total certeza, pudiera ser que para los compañeros que procedían de climas más parejos al que allí teníamos, no les afectaría tanto. En más de una ocasión buscaba en el cielo si Nuberu podía traernos, aunque solo fuera un simple orbayu.   

La canción de la 1ª Cía me parecía un tanto fuera de tono, pero pronto me daría cuenta que quienes podían censurarla usaban idéntico registro de lenguaje en las clases de teórica, como pobre recurso para atraer nuestra atención. No se daban cuenta que a cambio, también perdían nuestro respeto.  Parece ser que “La Lola” era el mote con que se conocía, desde varias promociones anteriores, a su capitán. De esto pude enterarme recientemente. En cambio, creí entonces que se referían al Tte. coronel del campamento, del que se decía que era bonachón y por el excesivo peso no estaba para muchos desfiles; por tal motivo, pude verlo en contadas ocasiones.  

A quien sí conocí fue a nuestro comandante. Se dejó caer a la hora de la comida para pasar revista al menú. Le llevaban los platos a que probara cada uno de ellos y los degustó de pie, entre los dos grupos centrales de mesas. Me parece recordar que era de origen asturiano o al menos guardaba alguna relación con nuestra región.  

Contaban de él que tenía gestos como el que a continuación voy a narrar:

 "Parece ser que habían pedido prácticos en albañilería para hacer unos trabajos que debieran terminarse con cierta premura, a cuya demanda se presentaron dos asturianos, nada menos que de las dos cuencas mineras, * “la buena y la mala”, a quienes apodaremos para salir del paso como Mieres y Llangreo. Se palpaba que la premura en el ámbito castrense no era precisamente una de sus características inherentes, por lo que a nadie se le hubiese ocurrido aplicarla en aquel trabajo, máxime cuando el resto de la cuadrilla, otros cuatro soldados “vikingos” que ya tenían las cejas peladas de tanta mili cumplida en aquel paraje durante el invierno precedente. Por no salirse del sabio refrán que aconseja aquello de que – “allá donde estés, haz lo que ves” –  Mieres y Llangreo se tuvieron que ajustar al ritmo de los cuatro peones. 

Habría pasado un par de días cuando recibieron la visita del comandante que los pilló en el momento justo que estaban los seis sentados al borde de las zanjas, tomando sendos bocadillos de salchichas y unos refrescos que uno de los peones había traído de la cantina. 

Al ver el jefe del batallón la dureza del terreno al que se estaban enfrentando con tan solo unos picos, palas, azadas y un par de carretillas, bien lejos de enfadarse y por el contrario así romper el espacio tan abismal que hay entre una estrella de cinco puntas y dos galones rojos, les preguntó de qué parte procedían. Pero ellos, queriendo mostrar al comandante su “pedigrí”, le abundaron en detalles añadiendo que cada cual se había criado cerca del pozo más sonado, en las cuencas del Caudal y del Nalón, como son respectivamente el P. “Figaredo” y el P, “María Luisa”. 

– ¿Cómo es posible que de tal origen sean, dada la fama extendida de laboriosidad y fortaleza que aquí se os echa en falta?

– Mi comandante, – dijo el del Caudal – en Asturias, para comer los seis tendríamos una fabada, unes patatines con carne y de postre una cuñina de quesu

– Y para mojarlo, una bota de vino tinto que con este combustible que nos dieron, – añadió el del Nalón, mientras mostraba la seca salchicha que andaba perdida dentro del chusco de pan, – no nos da para nada.

Al comandante le hizo mucha gracia aquellas explicaciones de los dos asturianos. Se despidió del grupo con el saludo miliar, por lo que todos quedaron un poco mosqueados. 

Al día siguiente, antes de la hora del almuerzo llegó un willys con el menú tal como lo habían pedido. Como por arte de magia, la obra se realizó con mayor premura de la que los aparejadores que la habían diseñado hubieran previsto. 




* (Esto de la cuenca buena y mala, no deja de ser un chascarrillo, dentro de la cordialidad y el respeto que existe entre sus gentes)    

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