domingo, 19 de marzo de 2017

118.- "Las clases de Lengua con D. Jesús Neira Martínez





Jesús Neira Martínez nació en el Valle (Pola de Lena) el 10 de abril de 1916. Cursó estudios de magisterio en la entonces denominada Escuela Normal, dentro del plan profesional de 1931. Durante dieciséis años ejerció como maestro en varias escuelas del concejo de Lena, compatibilizando su trabajo con la realización de la carrera de Filosofía y Letras, que finalizó en 1942. Posteriormente completó su formación doctorándose en la Universidad Central de Madrid con una tesis sobre el bable de Lena, dirigida por Dámaso Alonso. En 1957 obtuvo una plaza de profesor en la escuela Normal de Lugo, trasladándose el año siguiente a la de Oviedo.”
Esta es en resumen la biografía de uno de los profesores de la Escuela Normal que tuve la suerte de conocer como alumno de Lengua en el primer curso de 1969/1970.
Por supuesto, estos datos sobre su historial eran desconocidos, al menos para la mayoría de sus alumnos. Neira no contaba su vida en clase ni teníamos la bibliografía para poder acceder a sus trabajos. Lo poco que sabíamos era por los comentarios que hacía con respecto al habla de Pola de Lena.
Vestía un traje gris con corbata, a tono con los tiempos. Su pelo que comenzaba a escasear también había virado al grisáceo. Todo allí lo recuerdo gris: las paredes del aula, los retratos obligados sobre el gran tablero negro encerado, los libros sin color, la chaqueta del bedel, gallego de buena cachaza y guardia retirado que tenía por misión vigilar la entrada y salida de los alumnos, los servicios y proveer de tiza a las aulas. En la parte simétrica de las alumnas, la Sra. Julia, también con su bata gris, de peor humor que su colega, vigilaba el recinto, ya lo dije, como el cancerbero a la puerta de su caverna.
“Jesús Neira fue catedrático de Lengua y Literatura en la Escuela Normal de Oviedo durante quince años, aunque a partir de 1963 comenzó a impartir clases en la Facultad de Letras, a la que se dedicó plenamente a partir de 1973. Aquí impartió Historia del Español, Comentarios de Texto y Dialectología, primero como profesor adjunto, luego como agregado y finalmente como catedrático. En 1967 ingresó en el RIDEA (Real Instituto de Estudios Asturianos) y a partir de 1983 fue miembro correspondiente de la RAE (Real Academia Española).
Durante toda su vida, su vocación por la docencia, que ejercitó en casi todas las etapas educativas, se unió al amor por la lengua y la literatura. Trabajador incansable, Jesús Neira dedicó muchos años a la investigación en temas lingüísticos y literarios. Especializado en dialectología, su interés por los bables de Asturias le llevó a realizar numerosas publicaciones, como “El habla de Lena”, “El bable, estructura e historia” y “Bables y castellano en Asturias”, además de numerosos artículos sobre el estudio de las hablas asturianas.”
El aula era larga y con tantos alumnos, que se perdía su bajo tono de voz a pesar de que guardábamos estricto silencio. Su corta visión le impedía ver las caras de quienes ocupábamos las últimas filas, por lo que cuando se producía algún barullo, suponía que venía del fondo y hacía sus anotaciones en el cuaderno.
A partir de enero, se produjeron numerosas bajas en la matrícula, o al menos en la asistencia a las clases en general de todas las asignaturas. Fue entonces cuando varios de los del fondo optamos por avanzar. Yo me conformé con ocupar un sitio libre hacia el centro y cerca del pasillo, al lado de uno de mis primeros amigos, persona alegre, pero que se tomaba como yo los estudios en serio. Veintiún años ya marcan más que los diecisiete que tenían otros que nos parecían unos críos.
Recuerdo que D. Jesús nos leyó los versos de Antonio Machado, en el poema “La encina”, con la idea de hacer el comentario de texto.
¡Encinares castellanos
en laderas y altozanos,
serrijones y colinas
llenos de oscura maleza,
encinas, pardas encinas
humildad y fortaleza! […]
Al llegar a las estrofas siguientes:
[…] Las hayas son la leyenda.
Alguien, en las viejas hayas,
leía una historia horrenda
de crímenes y batallas.
¿Quién ha visto sin temblar
un hayedo en un pinar?[…]”
Paró la lectura por ver la atención que habíamos puesto y preguntó:
– ¿Alguien sabría decirnos qué es un hayedo?
Nadie contestaba y yo pensé que era una oportunidad para que me tomase en cuenta, porque me encantaba la poesía, Machado, el tema de los árboles y además era una pregunta sencilla. Levanté la mano y le contesté con otra pregunta:
– ¿Un jayéu?… ¡Un bosque de jayas!
Pareció hacerle gracia a alguno de los compañeros, pero no era mi idea entretener a nadie.
“El Neira”, como todos decíamos para referirnos a él, aparentaba ser un tipo serio además de gris, pero sin embargo sonrió y me dijo que por la fonética de la /h./ aspirada, muy extendida por la comarca llanisca.
Desde entonces dejé de ser un número del final de la lista con la “G” por mi primer apellido y me aplicaban el gentilicio, “llanisco”. Era costumbre llamarnos por el nombre del concejo y eso me agradaba. Me hacía sentir como un embajador o algo así de mi tierra chica, dentro del caos de la ciudad, aunque Oviedo pronto me habría de parecer más pequeña.
“Jesús Neira completó su trabajo con estudios sobre la Literatura. Los resultados quedaron reflejados sobre temas relacionados con autores clásicos de nuestra literatura española: Quevedo, Fray Luis de León, Garcilaso de la Vega, Clarín y Antonio Machado. Contribuyó también en prologar la edición de “Obras Escogidas” de otro lenense como él, el poeta y dramaturgo Vital Aza.
Su última obra publicada, “Reflexiones sobre la Lengua”, con la recopilación de varios artículos lingüísticos y literarios.
Tras una vida dedicada a la docencia y la investigación, dos de sus grandes pasiones, Jesús Neira falleció en Oviedo el 2 de febrero de 2011. En palabras de su admirado poeta Machado podríamos decir:
"¿Murió? … Sólo sabemos
que se nos fue por una senda clara
diciéndonos: Hacedme
un duelo de labores y esperanzas".
De su paso por la Escuela de Magisterio y por otros centros de enseñanza, queda hoy, aparte de su labor lingüística y el recuerdo cariñoso, con los conocimientos y enseñanzas que nos transmitió a las distintas generaciones de alumnos.



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