“Jesús Neira Martínez nació en el Valle (Pola de Lena) el 10 de abril de 1916. Cursó estudios de magisterio en la entonces denominada Escuela Normal, dentro del plan profesional de 1931. Durante dieciséis años ejerció como maestro en varias escuelas del concejo de Lena, compatibilizando su trabajo con la realización de la carrera de Filosofía y Letras, que finalizó en 1942. Posteriormente completó su formación doctorándose en la Universidad Central de Madrid con una tesis sobre el bable de Lena, dirigida por Dámaso Alonso. En 1957 obtuvo una plaza de profesor en la escuela Normal de Lugo, trasladándose el año siguiente a la de Oviedo.”
Esta
es en resumen la biografía de uno de los profesores de la Escuela
Normal que tuve la suerte de conocer como alumno de Lengua en el
primer curso de 1969/1970.
Por
supuesto, estos datos sobre su historial eran desconocidos, al menos
para la mayoría de sus alumnos. Neira no contaba su vida en clase ni
teníamos la bibliografía para poder acceder a sus trabajos. Lo poco
que sabíamos era por los comentarios que hacía con respecto al
habla de Pola de Lena.
Vestía
un traje gris con corbata, a tono con los tiempos. Su pelo que
comenzaba a escasear también había virado al grisáceo. Todo allí
lo recuerdo gris: las paredes del aula, los retratos obligados sobre
el gran tablero negro encerado, los libros sin color, la chaqueta del
bedel, gallego de buena cachaza y guardia retirado que tenía por
misión vigilar la entrada y salida de los alumnos, los servicios y
proveer de tiza a las aulas. En la parte simétrica de las alumnas,
la Sra. Julia, también con su bata gris, de peor humor que su
colega, vigilaba el recinto, ya lo dije, como el cancerbero a la
puerta de su caverna.
“Jesús
Neira fue catedrático de Lengua y Literatura en la Escuela Normal de
Oviedo durante quince años, aunque a partir de 1963 comenzó a
impartir clases en la Facultad de Letras, a la que se dedicó
plenamente a partir de 1973. Aquí impartió Historia del Español,
Comentarios de Texto y Dialectología, primero como profesor adjunto,
luego como agregado y finalmente como catedrático. En 1967 ingresó
en el RIDEA (Real Instituto de Estudios Asturianos) y a partir de
1983 fue miembro correspondiente de la RAE (Real Academia Española).
Durante
toda su vida, su vocación por la docencia, que ejercitó en casi
todas las etapas educativas, se unió al amor por la lengua y la
literatura. Trabajador incansable, Jesús Neira dedicó muchos años
a la investigación en temas lingüísticos y literarios.
Especializado en dialectología, su interés por los bables de
Asturias le llevó a realizar numerosas publicaciones, como “El
habla de Lena”,
“El
bable, estructura e historia”
y “Bables
y castellano en Asturias”,
además de numerosos artículos sobre el estudio de las hablas
asturianas.”
El
aula era larga y con tantos alumnos, que se perdía su bajo tono de
voz a pesar de que guardábamos estricto silencio. Su corta visión
le impedía ver las caras de quienes ocupábamos las últimas filas,
por lo que cuando se producía algún barullo, suponía que venía
del fondo y hacía sus anotaciones en el cuaderno.
A
partir de enero, se produjeron numerosas bajas en la matrícula, o al
menos en la asistencia a las clases en general de todas las
asignaturas. Fue entonces cuando varios de los del fondo optamos por
avanzar. Yo me conformé con ocupar un sitio libre hacia el centro y
cerca del pasillo, al lado de uno de mis primeros amigos, persona
alegre, pero que se tomaba como yo los estudios en serio. Veintiún
años ya marcan más que los diecisiete que tenían otros que nos
parecían unos críos.
Recuerdo
que D. Jesús nos leyó los versos de Antonio Machado, en el poema
“La encina”, con la idea de hacer el comentario de texto.
“¡Encinares
castellanos
en
laderas y altozanos,
serrijones
y colinas
llenos
de oscura maleza,
encinas,
pardas encinas
humildad
y fortaleza! […]
Al
llegar a las estrofas siguientes:
[…]
Las hayas son la leyenda.
Alguien,
en las viejas hayas,
leía
una historia horrenda
de
crímenes y batallas.
¿Quién
ha visto sin temblar
un
hayedo en un pinar?[…]”
Paró
la lectura por ver la atención que habíamos puesto y preguntó:
–
¿Alguien sabría decirnos qué es un hayedo?
Nadie
contestaba y yo pensé que era una oportunidad para que me tomase en
cuenta, porque me encantaba la poesía, Machado, el tema de los
árboles y además era una pregunta sencilla. Levanté la mano y le
contesté con otra pregunta:
–
¿Un jayéu?… ¡Un bosque de jayas!
Pareció
hacerle gracia a alguno de los compañeros, pero no era mi idea
entretener a nadie.
“El
Neira”, como todos decíamos para referirnos a él, aparentaba ser
un tipo serio además de gris, pero sin embargo sonrió y me dijo que
por la fonética de la /h./ aspirada, muy extendida por la comarca
llanisca.
Desde
entonces dejé de ser un número del final de la lista con la “G”
por mi primer apellido y me aplicaban el gentilicio, “llanisco”.
Era costumbre llamarnos por el nombre del concejo y eso me agradaba.
Me hacía sentir como un embajador o algo así de mi tierra chica,
dentro del caos de la ciudad, aunque Oviedo pronto me habría de
parecer más pequeña.
“Jesús
Neira completó su trabajo con estudios sobre la Literatura. Los
resultados quedaron reflejados sobre temas relacionados con autores
clásicos de nuestra literatura española: Quevedo, Fray Luis de
León, Garcilaso de la Vega, Clarín y Antonio Machado. Contribuyó
también en prologar la edición de “Obras Escogidas” de otro
lenense como él, el poeta y dramaturgo Vital Aza.
Su
última obra publicada, “Reflexiones sobre la Lengua”, con la
recopilación de varios artículos lingüísticos y literarios.
Tras
una vida dedicada a la docencia y la investigación, dos de sus
grandes pasiones, Jesús Neira falleció en Oviedo el 2 de febrero de
2011. En palabras de su admirado poeta Machado podríamos decir:
"¿Murió?
… Sólo sabemos
que
se nos fue por una senda clara
diciéndonos:
Hacedme
un
duelo de labores y esperanzas".
De
su paso por la Escuela de Magisterio y por otros centros de
enseñanza, queda hoy, aparte de su labor lingüística y el recuerdo
cariñoso, con los conocimientos y enseñanzas que nos transmitió a
las distintas generaciones de alumnos.
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