La 3ª Promoción de Profesores de EGB que salimos de La Escuela Normal de Oviedo de acceso directo, es decir sin oposición, optamos por la enseñanza. Algunos, por circunstancias personales optaron trabajar en las oficinas de la Delegación de enseñanza en Oviedo; tuve ocasión de verlos tras el cristal del mostrador en la C. Río San Pedro y once años después, me los encontré en los de La Plaza España.
En las tres aulas de la vieja Escuela éramos tan sólo cuatro maestros: Águeda Fernández, en propiedad definitiva y otra maestra interina que daban clases a Infantil, 1º y 2º , en tanto que Carlos Rojo y yo alternábamos las clases así: por la mañana, él iba a dar clases en el Colegio Santa Teresa de Matemáticas y Ciencias a dos alumnos de 5º de la EGB junto con las demás alumnas del colegio religioso, la mayor parte, residentes en él, salvo por las vacaciones de Navidad y verano, que regresaban con sus familiares y otras cuyos padres habían emigrado a distintos países europeos.
Por la tarde, él daba clase en la vieja Escuela y yo iba al colegio de monjas.
La directora, después de terminada las clases me preguntó si podría dar clases de Lengua y Literatura, Física y Química y Latín a las alumnas de 3º de Bachiller, una hora después del horario de clase. Tenían que presentarse en junio al examen en el instituto de Potes. Me ofrecieron 3.000 ptas al mes por una hora diaria todas las tardes tras las clases habituales, a lo que acepté sin dudarlo.
En el momento de iniciarse el nuevo curso me dice la directora que había llegado una monja nueva, Sor Inmaculada Castroviejo, que tenía el bachiller de letras y se ocuparía del Latín, por lo que yo les podría dar también clases particulares de Lengua, Literatura, Matemáticas, Física y Quimica De 4⁰ y me abonarían otras 3.000 ptas. Con lo cual, una hora y media antes del comienzo de las clases, me iba hasta el colegio de monjas, hoy “Jovellanos”, pero como había sido sustituido el viejo Bachillerato por el nuevo BUP, las alumnas del Colegio Santa Teresa, deberían presentarse a un examen en el Colegio Patronato San José de Oviedo.
Serendipias de la vida, el director era D. José María Fernández, el último maestro que tuvo mi padre en la Escuela de Parres y también el mismo que le avaló cuando estaba preso en el campo de concentración de “La Vidriera” de Avilés. (Para más datos, léase el libro “A los Quintos del 40” en la web, monchugn.com).
Las llevé al examen y pasaron la prueba todas, después de lo cual les di una vuelta por el centro de la capital.
En casa di clases particulares a chavales pasados de la edad, generalmente trabajadores del campo, por las tardes del sábado, Juanjo, Ramón y Antonio Sanromán, Juan Noriega, el “Colombrín”, Eusebio Gutiérrez Roiz, un Guardia Civil para el ascenso a Soldado Primera, una Peluquera para enseñarle a dibujar con el carboncillo diversos peinados para el examen en Llanes de la FP.
Así estaríamos los dos años con alumnos de los dos Colegios, público y privado, hasta que en al siguiente, se abriese el nuevo.
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