viernes, 22 de noviembre de 2024

179.- "Todo sobre ruedas"

 

179.- Todo va sobre ruedas.

A menos de un mes para terminar el servicio militar obligatorio, me animé a sacar el carnet de conducir, al ver que algunos de mis amigos ya lo tenían, tanto para motocicleta como para coche. Un compañero del cuartel me animó a obtenerlo como él había hecho a través de la Policía Municipal. Tendría que abonar una tasa mínima por el uso del coche, un Citroën 2 CV, tiempo de las clases y cuota por el derecho a examen. Otro, en cambio, me animó a sacarlo como él había hecho a través de la “Academia Asturias”.

Allá fui sin más dilación el sábado por la tarde para hacer la inscripción. Aboné la tasa inicial de matriculación y me dieron el manual de normas y señales que comencé a estudiar por mi cuenta en los ratos libre del cuartel. Al día siguiente me esperaba el profesor de prácticas apoyado en un Seat 600-D delante de la academia. Me identifiqué y sin perder más tiempo, se subió en el asiento del lado derecho donde, en caso de necesidad, podía controlar con unos pedales el coche. Me puse al volante, ajusté el asiento y los espejos retrovisores. Para el aparcamiento, el monitor me mostró unas pegatinas en la luneta posterior que serían las referenciales para el acercamiento en la marcha atrás del vehículo. Para la aproximación hacia adelante, bastaba con referenciar la posición del limpiaparabrisas.

Temblaba por la emoción como una “juella”. Me preguntó si conocía el funcionamiento de los dispositivos y le dije que tenía alguna experiencia aparcando varios coches que entorpecían la entrada del material de las obras en las que había trabajado, incluido un camión “Ebro”.

Estuve unos minutos practicando el uso de los pedales y coordinando el embrague con la palanca de las marchas con las órdenes que él me daba. Arranqué el motor y después de varios sobresaltos, logré mantener el ritmo del motor. Estábamos alado del edificio “La Jirafa” y siguiendo las órdenes del guardia de tráfico, salí a la calle Uría, me coloqué en la vía central, cedí el paso a un autobús y subí por la parte derecha del parque, por Toreno, en dirección a santa Marina de Piedra Muelle, donde había una pista de prácticas.

Una vez allí el profesor salió del coche y me mandó repetir, durante un tiempo, diversos aparcamientos entre señales marcadas en el suelo o entre postes que él movía, por acortar el espacio entre ellos y así aumentar gradualmente la dificultad.

Regresé conduciendo hasta la entrada del cuartel. Quedó en recogerme al día siguiente a la misma hora de la tarde, en la entrada del cuartel.

Un sábado que no tenía conducción, me pasé por la academia para que me aclararan cuantas dudas me fueran surgiendo en el cuestionario de teórica. El profesor me recomendó que asistiera todos los días, si pretendía aprobar el examen de teórica.

Creo recordar que solamente pasé por las clases durante la primera semana. El profesor me ayudó a resolver las dudas que me iban surgiendo en cuanto me llevó por la mayoría de calles de Oviedo y en la salida hasta la vieja carretera a Avilés, por la que tendría que hacer el examen con el ingeniero examinador.

No necesité más que doce clases teóricas. Algunas tardes, el sol se había ocultado y en más de una ocasión nos pilló la lluvia. El profesor me dijo que era policía municipal, pero las doce clases de prácticas sirvieron para entablar una relación de respeto y confianza a la vez. No escatimaba el tiempo y terminábamos las clases tomando un café y unos pinchos en la cafetería que había justo a la izquierda de la Biblioteca Municipal.

180.- Espectáculo inesperado

 180.- Exhibición de kárate.

El viernes 21 de septiembre de 1973, con motivo de la celebración de san Mateo, patrono de Vetusta, la Banda Militar del histórico Regimiento Milán, históricamente apodado “El Osado”, participó en el desfile con carrozas llegadas de diversas poblaciones de la provincia del Principado entre las que estaba la de Llanes. El almuerzo que nos dieron aquel día en el comedor del Milán fue extraordinario. A continuación, tras un tiempo de descanso, en la explanada usada para pasar la Revista de Comisario, se había congregado un nutrido grupo de espectadores de todos los grados militares.

El que dirigía la demostración atlética vestía el traje blanco ceñido por un cinturón negro.

Eligió de entre nosotros a seis al azar y nos entregó a cada cual una tablilla para que la sostuviéramos firmemente en alto, sujeta con las dos manos y a la altura del pecho.

Desde el centro del círculo giraba sobre su pierna izquierda mientras que con la otra la alzaba para marcar las distancias en un giro a las seis tablillas.

En el segundo momento, con total precisión fue rompiendo, una a una las seis tablas en una acción conjunta, sin pausa en menos de quince segundos.

Cuando había recibido la tablilla, pude comprobar que tenía una veta resinosa que la atravesaba, menos consistente que la blanca.

La siguiente demostración me pareció más auténtica. Había unos ladrillos machetones formando un puente con sus dos extremos descansando sobre sendos tacos de madera.

El maestro karateka con el canto de la mano abierta, marcó el lugar exacto donde debería descargar el golpe y flexionando sus rodillas separadas, hinchó los pulmones y emitiendo un fuerte alarido golpeó el ladrillo que se abrió en dos como si se tratase de una barra de cristal.

Era un aspirante en prácticas al cuerpo de Alféreces de Complemento, de una quinta anterior a la mía, cuyo nombre se me quedó en olvido.

En el mes de septiembre, tras las fiestas de Covadonga, comenzaron las actividades académicas. Fuimos convocados en la Delegación de Educación y Ciencia que en ese momento estaba en la C/ Río San Pedro en donde nos convocaron a todos los alumnos que habíamos optado al acceso directo al Cuerpo del Profesorado de E.G.B. exentos por la nota media a lo largo de los tres cursos en la E. Normal, para elegir destino entre las plazas vacantes que se ofrecían aquel año. Este trámite se hacía cada dos cursos.

Pedí permiso al Cap. Clemente para ausentarme con tal motivo y por unas horas del acuartelamiento y allí acudí con premura.

Se seguiría para la elección de plaza el orden establecido por la anota media de toda la 3ª Promoción. Yo había logrado exactamente el turno sexto entre los alumnos o el número doce entre alumnos y alumnas.

Existían distintas denominaciones para los centros educativos:

1.- Escuelas Unitarias de un aula que se concedían a las maestras como en : Buelna, Vidiago, Purón, La Galguera, Pancar, El Mazucu, Meré y un extenso etcétera. En la fecha de su construcción se utilizaban materiales como la piedra y el mortero de cal. Solían tener la casa habitación para la maestra encima del aula, a la que se accedía por una escalera de piedra, adosada a un lateral del edificio. Para el recreo, solía aprovecharse la bolera.

2.- Escuelas Unitarias con dos aulas como en los pueblos de Pendueles, Riegu, La Pereda… La escuela de Parres disponía de sendos portales y la bolera para los recreos; la planta primera para ambas aulas y la segunda planta para viviendas del maestro y de la maestra. Los materiales de construcción seguían siendo la piedra y la cal.

3.- Escuelas Graduadas como la de Llanes, Nueva, Posada… tenían separación de aulas para niñas con su maestra y de niños con un maestro. Las actividades y juegos en los recreos también eran distintos. Este tema lo dejé bien explicado en una entrada anterior.

En la lista que nos entregaron figuraban en la zona cercana a Llanes, la aldea de Cue, San Roque. En Ribadeva, el colegio de Colombres, Panes, Alles, Arenas de Cabrales y otras como Camarmeña, Bulnes, Sotres, Ibias y Taramundi, por citar escuelas con extremas dificultades orográficas.  

Tal ansia teníamos por comenzar la actividad docente que en las tertulias entre los compañeros de la Escuela Normal algunos decíamos que estaríamos conformes en dar comienzo en cualquiera de las aulas citadas. 

Por lo poco que hasta ese momento había podido viajar, desconocía la Villa de Colombres ni figuraba el nuevo Colegio de EGB que se estrenaría ese curso. En cambio, en la lista de vacantes aparecía Panes con una Escuela Graduada de dos aulas y sendas casas para los docentes.  El aumento era bastante significativo. El viejo dicho tan repetido en la época pretérita de que alguien " pasase más hambre que un maestro de escuela", dejó de tener sentido peyorativo gracias a las primeras manifestaciones y huelgas con la aparición de los primeros sindicatos horizontales tras la finalización del período dictatorial.