183.- 2.- Cuevas de “Taravirón” , “Covarón”
(Continuación con el tema de las cuevas en “La aldea perdida”
Saliendo del barrio La Casona y llegados al “Picu la concha” se toma a la izquierda el camino que nos lleva a Corisco, por el “Cuetu las cerezales”, antes de dar la curva se veía una oquedad a la izquierda en una finca con roca y perfil inclinado.
Después de la experiencia tenida a pocos metros de allí con la cueva del cueto la Mina, decidimos explorarla otro día sin clases. He de aclarar que había sido descubrimiento suyo, pues yo dependiendo del uso de la harina, por su cercanía solía llevarla a Corisco. Leonor Martínez Pérez y José Gutiérrez Martínez, tenían un pequeño molino de una sola muela, por lo que dependiendo del uso que se le diera, podría servir o no por ser menos fina que la los demás molineros.
En otro blog, dediqué una entrada a consignar todos los molinos existentes en el pueblo, algunos de los cuales pasan desapercibidos. En él cuento cómo el padre de José trajo los aperos del viejo molino al otro lado del monte que atraviesa el río por la cueva “Covarada”donde aún hoy se puede encontrar restos de anclaje de un viejo molino, así como también los de una edificación que sería su casa.
“Nos metimos en la cueva sorteando estrechos pasadizos y evitando resbalar o crismarnos la cabeza con las afiladas estalactitas. Fue una larga bajada. El molino estaba en la parte al este de la finca que ha de ser por los sedimentos del Melendru que deja tras pasar Requexu.
José había segado la finca para las vacas y el verde lo tenía ya dispuesto en pequeños “guruños” que iba subiendo a hombros en el “sábanu”.
Mientras arrancó con el primero, a Pedrín se le ocurrió salir a deshacer uno de los montones y volverse a la cueva. Cuando José regresó a por el siguiente montón, se cagaba en todo lo que había que cagase, nosotros habíamos apagado las linternas de pila de petaca que habíamos llevado.
Al salir, observé unos trazos rojos en una de las rocas, parecidas a las que años después pude ver en Ribadesella, Altamira, Llonín…
Pegando un gran salto en el tiempo, estando estudiando en el Instituto, llevé a mi primo Félix Hano Noriega, de la Pereda a que conociera la cueva y le enseñé los signos dibujados. Él tenía un profesor del instituto al que apodaban “Urraca” y lo llevó a ver la cueva de Taravirón. Tuvo la suerte de encontrar unas hachas de bronce que no sé qué fue de ellas. Supongo que las haya entregado, motivo por el cual se impidió levantar un chalet en el prado y también retirar la plancha de hormigón armado donde levantar las paredes de la nueva edificación.
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